Cuando pensamos en lograr la felicidad lo vemos como
un proceso arduo que tiene como foco el éxito. Si soy exitoso entonces seré
feliz.
Dibujamos en nuestra mente este mapa donde el Éxito es el propósito de nuestra vida,
y se necesita mucho esfuerzo, trabajar arduamente y lograr obtener dinero para tener logros y después que obtengamos
todo eso es que vamos a lograr nuestra felicidad.
El foco de nuestra vida debe ser la Felicidad. Siempre que nos sintamos
felices el trabajo nos dará satisfacción, por ende lo haremos bien y
obtendremos logros y eso nos traerá dinero y por consiguiente obtendremos el
éxito.
Muchas personas piensan que la felicidad no es para
ellos, que la vida es dura, que no pueden hacer nada al respecto y llenan sus
mentes de pensamientos de carencia, de escasez y se imponen sus propias
limitaciones. ¡Nada más lejos de la verdad! La felicidad es una decisión, un
pensamiento, una percepción, un estilo de vida.
Hay personas que son naturalmente felices, que ven la
vida como una aventura llena de posibilidades. Hay otras personas que se su
felicidad estriba en mantener su status quo, no desean cambios en su vida y
prefieren quedarse en su zona de confort.
La felicidad, como la belleza y el éxito es subjetiva, se ajusta a cada
persona según su definición. No importa el tipo de felicidad que buscas, algo
es común en todos los seres humanos: todos
perseguimos ser felices en nuestra vida.
Hay personas que se ganan mucho dinero y se sienten desgraciadas.
Hay otras que poseen dinero y saben
disfrutárselo haciendo con él obras que les brindan felicidad. También están
las que tienen lo suficiente, no les sobra, pero se disfrutan lo que pueden
hacer con eso. El dinero no es un fin en
sí mismo, sino solo uno de los múltiples
medios para obtener felicidad.
Como dice el
famoso refrán: “Es verdad que el dinero no hace la felicidad, pero es mejor llorar en Ferrari”,
nuestra relación con el dinero debe ser positiva pero no obsesiva.
Haz un mapa mental y escribe qué es lo que te da
felicidad. Busca elementos materiales, así como valores espirituales. Evalúa también
lo que te causa estrés y si tienes control o no sobre esas áreas. Piensa: “Si los problemas tienen solución,
¿para qué te preocupas? Y si no tienen solución, ¿para qué te preocupas?
Enfócate solo en lo que puedas cambiar y
tener control. El resto no te debe preocupar ni ocupar tus pensamientos.
¡Tenemos que
obligarnos a ser felices! Es muy fácil molestarnos y como dice la frase coloquial “prender de un
maniguetazo” . Sin embargo para tranquilizarnos nos toma tiempo, le decimos a
las personas que nos den espacio en lo que se nos pasa el coraje… ¿Cómo es posible que el enfogonarnos sea tan
fácil y el contentarnos nos dé tanto trabajo o nos tome tanto tiempo.
Ponte consciente de tus sentimientos, aprende a
identificar las señales de tu cuerpo. Cuando sientas tu corazón palpitando más rápidamente
cuando te estás enojando, el estómago se te oprime o tu vista se te nuble, ya
sabes que tienes que comenzar a controlar
esos sentimientos con pensamientos positivos, con respiración, hablándote
a ti mismo y tranquilizándote mentalmente.
Recuerda a Eleanor Roosevelt cuando dijo: “Nadie es
capaz de humillarte a menos que tú lo permitas”.
Tú eres responsable de tu felicidad, de tu triunfo y
de tu vida. Sé feliz… Apoyo moral.
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